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martes, 31 de octubre de 2017

Los cuervos de la noche


Eran aproximadamente las 23 horas en una lejana y peculiar ciudad, en las afueras de Ámsterdam cuando a oscuras los cuervos esperaban a su presa. Ellos muy bien camuflados en la oscuridad de la noche y detrás de unos de los árboles más grandes del lugar, se mantenían alerta ante cualquier situación o peligro.

De pronto se escucharon unos pasos cada vez mas cerca y claros, “los de la noche”, agudizaron sus sentidos y cada vez más impacientes por poseer aquel gran botín, ya que a simple vista se notaba la exquisitez de aquellos brillantes que traían consigo esos pasos.

Una vez que estas pisadas sonaron apresuradas, un chasquido de dedos bastó para que los cuervos actuaran. Lo primero que pidieron fueron los brillantes y ya que la castaña se resistió, no dudaron un segundo en usar la violencia; primero el abdomen y obtuvieron lo que querían, segundo las piernas y los brazos para así apoderarse de la pequeña pero gran bolsa de mujer al juzgar lo que contenía; y por último, ya que eso les parecía poco, decidieron apoderarse también de su dignidad.  Prosiguieron con rasgarle su delicado vestido de noche y luego de insultarla con las peores palabras que se pudiera imaginar, cada uno sació su cuerpo y cuando ya el ultimo terminó se dieron en fuga dejando a la mujer ensangrentada, adolorida y con moretones en todo el cuerpo. Apenas podía ponerse de pie pero al fin lo hizo.

La joven estaba desnuda bajo la noche más oscura, solitaria e inacabable de su vida, <<¿me voy  a dar por vencida?, ¿luché toda mi vida para morir así?, ¿iba a morir, con dolor, sangre y desnuda en medio de la más horrible pesadilla de mi vida?, ¿este era mi gran destino?, ¿pasé tantas dificultades en mi vida para cumplir este destino y morir de esta forma?>> pensó la mujer cuando desde lo más profundo de su ser sacó las últimas fuerzas que le sobraban para que un –¡No!-salga de sus labios y la llenara de fuerza y valor para de esa manera poder llegar paso a paso a su casa que quedaba a unos pocos kilómetros de aquel horrible lugar.

Una vez que llegó a su casa, se limpió y vistió en un santiamén, y corrió a la estación de policías más cercanas en busca de justicia.
 Al llegar a dicho lugar, declaró todo lo que había sucedido y el comandante pronunció la única frase que al parecer sabía, ya que era la respuesta a todos los que se acercaban a él con el mismo fin: “veremos qué podemos hacer, esto se hará justicia. No se preocupe.”

La joven salió decepcionada del lugar ya que el comandante no le había dado un buen resultado <<justicia, ahora la justicia no existe, que ignorancia la mía, justicia haré yo…>> pensó la castaña mientras volvía a su casa frustrada y cansada.

A la mañana siguiente, agarró un arma y fue a un lugar desierto para practicar su puntería, empezó a disparar por todos lados, luego sacó de la cajuela del auto que le habían prestado, unas botellas que encontró, al parecer su amiga era un poco viciosa. Las acomodó en una línea, una al lado de otra y empezó a disparar a cada una de ellas, eran diez, de las cuales seis permanecieron paradas y las otras cuatro partidas en pedazos. Las que quedaron paradas, las acomodo nuevamente pero esta vez frente a un árbol y disparó de nuevo logrando que estas seis botellas cayeran con solo seis tiros, uno a cada una. La mujer simplemente sonrió y se marchó.

Eran aproximadamente las 20:30 horas en la lejana y peculiar ciudad, en las afueras de Amsterdam, cuando a oscuras la mujer esperaba a “los cuervos de la noche”, bautizados con ese nombre por ella misma. La mujer se encontraba sobre el mismo árbol bajo el cual había perdido lo más suyo que podía tener: su dignidad.

De un momento a otro, escucha unas voces muy familiares, sin dudarlo dos veces, carga el arma con delicadeza y sigilo, los cuervos habían llegado. La mujer sin vacilar tiró del gatillo y empezó a disparar. El plomo atravesó el cuello, abdomen y uno último en uno de los ojos de cada uno de ellos dejándolos sucumbir bajo el dolor antes de fallecer.


La mujer con una sonrisa en los labios dijo: -Justicia- y se largó.



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