Eran
aproximadamente las 23 horas en una lejana y peculiar ciudad, en las afueras de
Ámsterdam cuando a oscuras los cuervos esperaban a su presa. Ellos muy bien camuflados
en la oscuridad de la noche y detrás de unos de los árboles más grandes del
lugar, se mantenían alerta ante cualquier situación o peligro.
De pronto
se escucharon unos pasos cada vez mas cerca y claros, “los de la noche”,
agudizaron sus sentidos y cada vez más impacientes por poseer aquel gran botín,
ya que a simple vista se notaba la exquisitez de aquellos brillantes que traían
consigo esos pasos.
Una vez que
estas pisadas sonaron apresuradas, un chasquido de dedos bastó para que los
cuervos actuaran. Lo primero que pidieron fueron los brillantes y ya que la
castaña se resistió, no dudaron un segundo en usar la violencia; primero el
abdomen y obtuvieron lo que querían, segundo las piernas y los brazos para así
apoderarse de la pequeña pero gran bolsa de mujer al juzgar lo que contenía; y
por último, ya que eso les parecía poco, decidieron apoderarse también de su
dignidad. Prosiguieron con rasgarle su
delicado vestido de noche y luego de insultarla con las peores palabras que se
pudiera imaginar, cada uno sació su cuerpo y cuando ya el ultimo terminó se
dieron en fuga dejando a la mujer ensangrentada, adolorida y con moretones en
todo el cuerpo. Apenas podía ponerse de pie pero al fin lo hizo.
La joven
estaba desnuda bajo la noche más oscura, solitaria e inacabable de su vida, <<¿me
voy a dar por vencida?, ¿luché toda mi
vida para morir así?, ¿iba a morir, con dolor, sangre y desnuda en medio de la
más horrible pesadilla de mi vida?, ¿este era mi gran destino?, ¿pasé tantas
dificultades en mi vida para cumplir este destino y morir de esta
forma?>> pensó la mujer cuando desde lo más profundo de su ser sacó las últimas
fuerzas que le sobraban para que un –¡No!-salga de sus labios y la llenara de fuerza
y valor para de esa manera poder llegar paso a paso a su casa que quedaba a
unos pocos kilómetros de aquel horrible lugar.
Una vez que
llegó a su casa, se limpió y vistió en un santiamén, y corrió a la estación de
policías más cercanas en busca de justicia.
Al llegar a dicho lugar, declaró todo lo que
había sucedido y el comandante pronunció la única frase que al parecer sabía,
ya que era la respuesta a todos los que se acercaban a él con el mismo fin:
“veremos qué podemos hacer, esto se hará justicia. No se preocupe.”
La joven salió
decepcionada del lugar ya que el comandante no le había dado un buen resultado <<justicia,
ahora la justicia no existe, que ignorancia la mía, justicia haré yo…>> pensó
la castaña mientras volvía a su casa frustrada y cansada.
A la mañana
siguiente, agarró un arma y fue a un lugar desierto para practicar su puntería,
empezó a disparar por todos lados, luego sacó de la cajuela del auto que le
habían prestado, unas botellas que encontró, al parecer su amiga era un poco
viciosa. Las acomodó en una línea, una al lado de otra y empezó a disparar a
cada una de ellas, eran diez, de las cuales seis permanecieron paradas y las
otras cuatro partidas en pedazos. Las que quedaron paradas, las acomodo
nuevamente pero esta vez frente a un árbol y disparó de nuevo logrando que
estas seis botellas cayeran con solo seis tiros, uno a cada una. La mujer
simplemente sonrió y se marchó.
Eran
aproximadamente las 20:30 horas en la lejana y peculiar ciudad, en las afueras
de Amsterdam, cuando a oscuras la mujer esperaba a “los cuervos de la noche”,
bautizados con ese nombre por ella misma. La mujer se encontraba sobre el mismo
árbol bajo el cual había perdido lo más suyo que podía tener: su dignidad.
De un
momento a otro, escucha unas voces muy familiares, sin dudarlo dos veces, carga
el arma con delicadeza y sigilo, los cuervos habían llegado. La mujer sin
vacilar tiró del gatillo y empezó a disparar. El plomo
atravesó el cuello, abdomen y uno último en uno de los ojos de cada uno de ellos
dejándolos sucumbir bajo el dolor antes de fallecer.
La mujer
con una sonrisa en los labios dijo: -Justicia- y se largó.